El inicio de la amonedación moderna puede ubicarse en el siglo XVII, cuando la ceca de Estocolmo, en Suecia, comenzó a producir monedas de cobre. En el siglo XVIII, el Reino Unido introdujo la acuñación mecanizada, que permitió la producción en masa de monedas. En el siglo XIX, la tecnología avanzó aún más, con la introducción de máquinas de vapor y prensas hidráulicas que permitieron la producción de monedas en grandes cantidades y con mayor precisión.
La amonedación moderna también se caracteriza por la aparición de sistemas monetarios modernos. En el siglo XVIII, el Reino Unido adoptó el sistema de oro estándar, que vinculaba el valor de la moneda a una cantidad fija de oro. Este sistema se adoptó en muchos otros países en el siglo XIX y se convirtió en el sistema monetario dominante en todo el mundo.
En el siglo XX, la amonedación moderna experimentó muchos cambios. La producción de monedas se automatizó aún más con la introducción de robots y maquinaria computarizada. Además, se introdujeron nuevos materiales, como el acero inoxidable y el aluminio, para la producción de monedas. También surgieron nuevas formas de pago, como las tarjetas de crédito y débito, que se han vuelto cada vez más populares en todo el mundo.
En cuanto a los tipos de monedas, la amonedación moderna ha producido una gran variedad de monedas de circulación común, como el dólar estadounidense, el euro y el yen japonés. También se han producido muchas monedas conmemorativas y de colección, como las monedas de oro y plata que celebran eventos históricos o personajes famosos.
Además de las monedas conmemorativas, durante la época moderna se acuñaron también monedas de curso legal para facilitar el comercio y las transacciones económicas. La mayoría de estas monedas eran de plata, aunque también se produjeron monedas de oro y otros metales.
En el siglo XVIII, el sistema monetario internacional se estableció en base al patrón oro. Este sistema establecía que el valor de las monedas estaría determinado por su peso en oro. En la práctica, esto significaba que la mayoría de las monedas de curso legal estaban hechas de oro o plata.
En América Latina, la plata era la principal fuente de riqueza y por tanto, la moneda de plata se convirtió en la moneda de curso legal predominante. En España, por ejemplo, la moneda de plata más común era el real, que se subdividía en ochavos y cuartos. En México, la moneda de plata más común era el peso, que se subdividía en reales.
En Sudamérica, la ceca más importante de la época colonial fue la de Potosí en Bolivia. Potosí era conocida por sus enormes depósitos de plata y se convirtió en una de las ciudades más ricas del mundo gracias a la explotación de las minas de plata. La ceca de Potosí acuñó millones de monedas de plata que se distribuyeron por toda América Latina.
En el siglo XIX, el sistema monetario internacional se modificó para establecer el patrón oro y plata. Esto significaba que el valor de las monedas estaría determinado por su contenido en oro y plata. En América Latina, esto significó que la moneda de plata se mantuvo como moneda de curso legal, pero ahora se establecía su valor en función de su contenido en plata.
Durante el siglo XIX, muchos países de América Latina obtuvieron su independencia de España y establecieron sus propias casas de moneda. En muchos casos, estas nuevas casas de moneda continuaron acuñando monedas de plata, aunque también se produjeron monedas de oro y otros metales. En algunos países, como Argentina y Uruguay, se produjeron monedas de oro para competir con las monedas de oro de otros países.
En el siglo XX, la mayoría de los países de América Latina adoptaron el patrón oro y abandonaron la producción de monedas de plata. En la actualidad, la mayoría de las monedas de curso legal son de metal no precioso y están hechas de aleaciones de cobre y níquel. Sin embargo, las monedas de oro y plata aún se producen como monedas conmemorativas y para coleccionistas.